miércoles, 14 de agosto de 2019

LOS MERCADOS DE CUENCA, ESPACIOS PÚBLICOS, TIERRA DE NADIE




Fotografía por Jessica Pesantez (Archivo)

¿Desde cuándo se puede botar con agua y desinfectante a la gente que decide pararse en frente de un “puesto” en un mercado público?

¿Desde cuándo creen que pagar por tener un puesto de comercio en la Feria Libre son dueños del espacio público?

¿Desde cuándo pueden levantarse y amenazar a una menor de edad con golpearla por haber manifestado que se siente incómoda que le hayan botado esa mezcla con un rociador?

Al parecer eso sucede desde siempre, pero la gente agredida tiene miedo, la amedrentan con posturas amenazantes o con insultos, con palabras obscenas.

Los mercados de Cuenca son espacios públicos pero son de los espacios más olvidados, que casi se han convertido en tierra de nadie.

Existen guardias que hacen un nulo intento por controlar la seguridad y tranquilidad de la zona. Están preocupados en desplazar a la niña de siete años que vende una funda de arveja verde, o a la señora de la tercera edad que en un canasto intenta vender sus chirimoyas, pero ni en la más mínima intención de proteger al consumidor.

Fotografía por: Jessica Pesantez  (Archivo)
En un acto “ignorante” de pararse en cierto pedazo de suelo de este sector, nadie se imaginaría que podría desatarse un acto de violencia verbal, un ir y venir de palabras. 

Mientras desde la una postura solo se pide explicación del ¿por qué toman esa decisión de botar agua a los consumidores del mercado?, ¿por qué se sienten afectados si se descansa en frente de sus puestos?. La otra posición es de agresividad y complicidad, de silencio, de gestos absurdos incluso cuando la agredida es una adolescente. 

La única forma de apaciguar es decirles a los señores comerciantes de ese local de “desechables” de la Feria Libre que son dueños del espacio público en la misma medida que los consumidores, que es un espacio sostenido con sus impuestos como de los que caminan por allí, como de los que deciden comprar allí.


Después del ajetreado día y de la gente intentando grabar en sus teléfonos, pensando que las agredidas en ese centro de expendio de Cuenca (que además está desordenado y controlado por nadie), caerían en el juego del señor de camiseta negra y su rociador de agua y desinfectante, de la señora de dos trenzas que dejó su martillo de lado y amenazó a la menor de edad, y del cómplice que vendía huevos y hacía gestos con sus manos indicando en ocasiones cuatro y cinco dedos, apelando a que ese era el número de veces que se había llamado la atención para que se movieran del lugar en donde estaban paradas.


En un acto deliberado y totalmente consciente, el uso de la palabra y las redes sociales son la única forma de denuncia que se puede concretar incluso cuando se intentó conseguir hacer oficial la manifestación a través de la Dirección de Mercados y Comercio Autónomo y no quedó más que en una entrega de datos sin recibir respuesta.

Este texto obedece al género opinión, que evidencia el camino hacia una investigación mucho mas amplia sobre la situación de los mercados en Cuenca.